¿Tu verdad? No, la Verdad,

y ven conmigo a buscarla.

La tuya, guárdatela.

(Antonio Machado)

HOMENAJE: UNA TAL MARCHIORI
Corría el año 1984, y yo terminaba un trabajo final para la especialización en minoridad y familia. Cuando ya parecía a punto, alguien me preguntó si en mis consideraciones sobre delincuencia juvenil había consultado escritos de una tal Marchiori. Al advertir que no figuraba en mi bibliografía, enseguida inicié la búsqueda del material para sumarlo como uno más, al modo en que se aparenta la erudición que no se posee.
Sin embargo, no fue uno más. Enseguida me sedujeron la firmeza y la sencillez de su discurso en una dirección criminológica que otros desechaban, pero que en Hilda Marchiori tenía singular fuerza de convicción. Y así descubrí a la persona, sin saber que algún tiempo después la conocería, y que hasta me honraría con su trato cálido y su seguridad profesional. De ella recibí las primeras palabras de aliento cuando aquel trabajo final tuvo publicación como "Delincuencia y Derecho de Menores", ya a mediados de 1986. De ella obtuve importante apoyo cuando, en años de proscripción en la carrera judicial, me convocó una y otra vez a exponer en los Congresos de Victimología que tan exitosamente organizó hasta el año 1994, mientras ella desempeñaba la Dirección del Centro de Asistencia a la Víctima del Delito con su sello personal inconfundible y trascendente.
Más tarde, la ganamos para el Poder Judicial. Su Oficina de Derechos Humanos también recibió su impronta, y se erigió en garantía de respeto a los derechos fundamentales en el quehacer de la magistratura. Compartimos otros espacios, y se me quedó profundamente grabado el que tuvimos en Cosquín sobre abuso sexual, y sus muy atinadas y sensibles palabras en el viaje de regreso a esta ciudad. La tal Marchiori ya hacía tiempo era para mí y para todos los que la conocen la Doctora Hilda Marchiori, criminóloga de gran prestigio y abanderada de la Victimología en nuestro país.
Hoy la despedimos porque se jubila, porque corona su trayectoria profesional en el Poder Judicial para continuar en otros ámbitos. Su espíritu inquieto y su compromiso con la ciudadanía nos lo aseguran. Y no hay más que decir, salvo eso que surge desde el fondo del corazón: ¡Hasta siempre, Dra. Hilda Marchiori!
José H. González del Solar