¿Tu verdad? No, la Verdad,

y ven conmigo a buscarla.

La tuya, guárdatela.

(Antonio Machado)

NIÑEZ E IDENTIDAD: DISTINGUIR NO ES DISCRIMINAR

Por José H. González del Solar

Naturaleza y límites
Aunque nos empeñemos en cerrar los ojos a la realidad, o en sustraernos a ella valiéndonos de nuestras fantasías, lo cierto es que tarde o temprano cae sobre nosotros con todo el peso de su vigencia absoluta, casi como para recordarnos que la voluntad humana no puede actuar a su antojo en la Naturaleza, y que toda acción que excede sus límites encuentra una reacción -muchas veces enérgica y dolorosa- que la neutraliza.
Así ocurre -y vale sólo por caso- cuando el niño descubre que sus juguetes preferidos se rompen por efecto de la gravedad; o cuando el adulto advierte que sus "accidentes" domésticos o de tránsito lo enfrentan a pérdidas irreparables que provienen de la insensatez en el uso del fuego o de la velocidad que imprime a los vehículos en que se desplaza.

El discernimiento en el Hombre
El ser humano es el único en el Cosmos dotado de discernimiento. En tanto los demás seres (inertes o vivos) transitan la existencia sujetos a un acaecer necesario, en el que cumplen ineluctablemente lo que les cabe conforme a su esencia específica, el Hombre sobrepasa esa dimensión existencial por cuanto su capacidad de entender lo que lo rodea y de optar en consecuencia le brinda la posibilidad de superar el mero desarrollo vital (crecimiento, maduración, reproducción, etc., ) y trazar libremente su historia personal.
Su andar libre puede ser errático -y por ende a los golpes, sin solución de continuidad- o sustentarse en el entendimiento como lumbre de sus actos. El puro antojo lo expone a transgredir límites naturales y a acarrear perjuicios sobre sí y sobre otros; su actuación inteligente, por el contrario, le permite discernir lo mejor, encontrar su lugar en el Cosmos y alcanzar su plenitud vital.

El discernimiento de lo sexual
Desde la niñez, y en forma progresiva, el Hombre descubre y valora la presencia de la sexualidad en la Naturaleza. Advierte que los seres vivos -entre los que se cuenta- están sexuados para su reproducción, para la perpetuación de la respectiva especie.
Con los años, y a medida que se desarrolla, va acrecentando la conciencia de su propia sexualidad a partir de una genitalidad dada, sexualidad no sujeta a determinaciones exclusivamente instintivas -como en los brutos- sino adscripta a su entender y querer.
La encrucijada también aquí lo conmina: ordenarse según el fin de la vida sexuada o dar rienda suelta a sus ganas, aún a expensas de su genitalidad (desviaciones o aberraciones sexuales). Mas cualquiera sea su preferencia, la manera de "expresar su sexualidad" según la Organización Mundial de la Salud (heterosexualidad, homosexualidad, bestialidad), le pertenece a él y a su conciencia en el ámbito de su intimidad y en tanto no pretenda imponerla a otros.
La distinción entre lo ordenado y lo desordenado es de suyo justa, y lo es asimismo la calificación del obrar ajeno cuando se propone resguardar a alguien ante el daño actual o inminente que pueda ocasionarle, pero se vuelve discriminación cuando sólo segrega al distinto por desórdenes que se le atribuyen y que permanecen en el ámbito de su intimidad sin trascendencia para terceros.

Educación y discernimiento de lo sexual
La sexualidad en el niño tiene profundas implicancias jurídicas pues pertenece a las entrañas mismas de sus derechos fundamentales, particularmente de identidad y de educación (arts. 8 y 29, entre otros, de la Convención sobre los Derechos del Niño, de rango constitucional según el art. 75 inc. 22 de nuestra Carta Magna). No hay identidad que se asuma sin una determinación previa de lo sexual, ni educación que se brinde si no encauza al niño en la configuración de su personalidad, comprendiendo su identificación sexual.
Los derechos implican deberes correlativos, y por ende también fundamentales. Los educadores -padres y maestros, y el mismo Estado en la órbita de lo público- deben generar condiciones adecuadas para que ello se produzca, para que el niño se identifique y se encauce rectamente, es decir ordenadamente según su dotación genital y con arreglo al fin propio del sexo.
Los padres y los maestros deben ejercer en forma inequívoca los respectivos roles según su determinación genital original, más allá de su preferencias personales en la "expresión de la sexualidad", que tienen que quedar confinados a su más estrecha intimidad. Intimidad que se quiebra y proyecta deletéreos efectos sobre los niños cuando los padres o maestros exhiben una conducta sexual desviada (homosexualidad, bestialidad) o licenciosa.
El Estado debe garantizar que sus directivos, docentes y auxiliares en los establecimientos públicos sirvan a modelos de identificación claros, apartando a quienes ostenten algún desorden sexual.
Lo contrario significa tanto como violentar al niño con referentes de sexualidad viciada y conculcar su derecho a una educación integral. Así ocurre, por ejemplo, cuando padres sostienen su "derecho" a renovarse e inician una vida promiscua y hasta homosexual en la misma casa, ignorando el impacto en sus hijos; igualmente cuando la autoridad educativa constriñe al alumnado a admitir maestros o directores que se desenvuelven como si pertenecieran a otro sexo que el verificado al tiempo del nacimiento y que acredita su documentación oficial[1].

Conclusión
Aunque no se trate de un silogismo perfecto, las premisas que anteceden nos permiten arribar a una conclusión: Si la Naturaleza fija límites que -tarde o temprano- hace respetar, y si el Hombre desde su niñez está facultado para discernir lo natural y lo que no lo es, justo es que se lo estimule en tal sentido y se promueva un proceso de identificación sexual a partir de su propia conformación genital, apartándolo de los modelos equívocos por desviación o por licencia sexual. Apartamiento que no importa segregación ni discriminación sino distinción de lo nocivo y adopción de consecuentes medidas de prevención, satisfaciendo exigencias constitucionales.
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[1] Noticias periodísticas han permitido conocer que, en los últimos meses y en esta Provincia, una resolución judicial impuso a niños la permanencia bajo guarda de un padre devenido homosexual, y que una medida administrativa sujetó a escolares a la dirección de un docente también homosexual, tratándose en ambos casos de una inversión sexual reconocida y manifiesta.