¿Tu verdad? No, la Verdad,

y ven conmigo a buscarla.

La tuya, guárdatela.

(Antonio Machado)

CARTA PARA LOS AMIGOS EN EL PODER JUDICIAL

 En el mes de septiembre estaré cumpliendo 52 años en el Poder Judicial de la Provincia. También en ese mes estaré dejando el servicio activo con motivo de mi jubilación ordinaria, que ya me ha sido acordada.

 

Dejo la magistratura, con la que he sido honrado, esperando haber satisfecho la confianza que en su momento se depositó en mí.  No he pretendido más que servir en mi ámbito de actuación, largos años como Secretario y otros igualmente largos como Juez de Primera Instancia.

 

No me cabe evaluar mi desempeño, pero sí decir que he puesto en ello lo mejor de mí; he procurado siempre suplir mi limitada capacidad intelectual con el estudio y el entusiasmo en el Derecho de la Minoridad y su proyección jurisdiccional en los Juzgados de Menores. Si de algo puedo preciarme es de haber sido siempre un Juez de Menores, cualquiera haya sido la denominación con que haya ejercido el cargo.

 

Ese largo transitar por la carrera judicial me ha permitido cosechar muchos afectos, que han superado con creces la detracción de quienes no han compartido mis convicciones y mis luchas, pues las he tenido y las he abrazado con fervor. Seguramente el roce propio de esas luchas haya dejado ofensas, que espero haber reparado de alguna manera.

 

Me retiro en paz. Entrego a Dios esos años de trabajo, pues han sido un obsequio Suyo que nunca terminaré de agradecer, y de aquí en más pasarán a ser parte de los muy buenos recuerdos de la vida.

 

Pero no quiero irme sin agradecer las innumerables muestras de amistad recibidas durante tantos años, desde mi ingreso al Poder Judicial como Ad-Honorem en el Juzgado Civil y Comercial de 5ta. Nominación, ese primer día que recuerdo vivamente como si fuera ayer. Muestras de amistad de superiores, de pares y de dependientes, que me llenaron el alma en muchos momentos, y sobre todo en los más duros que me tocaron vivir. Muestras de amistad que también he recibido, y con creces, en la Asociación Gremial de Empleados y en la Asociación de Magistrados, a las que sigo perteneciendo.

 

Podría elaborar un largo discurso, evocando múltiples episodios de medio siglo de vida judicial, pero estas pocas palabras bastan para trasuntar lo que mi corazón alberga en este tiempo: amor a la institución que me cobijó y dentro de la cual empecé a formar la hermosa familia que tengo; a los que en  ella compartieron mis alegrías y me confortaron en el dolor; a los que me corrigieron cuando hizo falta; a los que me alentaron a progresar y a sentirme útil para los demás.

 

Hasta siempre.